Los arqueólogos pagados por la asociación 19 Mujeres de Guillena (con una ayuda de la Consejería de Justicia andaluza y antes de la Presidencia del Gobierno español) acabaron el jueves tras dos semanas de trabajo la exhumación de las 17 asesinadas. De sus muelas extraerán muestras de ADN y la empresa NBT, de nuestro municipio, en un análisis costeado por las familias y la Diputación de Sevilla, las cotejará con las de sus descendientes para al fin poner nombre a los huesos.
Buscan aquí a Eulogia Alanís García, Ana María Fernández Ventura, Ana Granada Garzón de la Hera, Granada Hidalgo Garzón, Natividad León Hidalgo, Rosario León Hidalgo, Manuela Liañez González, Trinidad López Cabeza, Ramona Manchón Merino, Manuela Méndez Jiménez, Ramona Navarro Ibáñez, Dolores Palacios García, María Josefa Peinado López, Tomasa Peinado López, Ramona Puntas Lorenzo, Manuela Sánchez Gandullo y Ana Ferrer Moreno.
Lo que pasó lo explica al lado de la fosa Lucía Sosa Campos, que es a sus 25 años una de las promotoras del póstumo rescate. Ella busca a su tía bisabuela Granada Hidalgo Garzón, una viuda de 70 años que era la mayor del grupo y a la que detuvieron "porque leía prensa republicana". La más joven, Ramona Navarro, tenía 24 y era madre de dos niñas. Guillena llevaba más de un año en manos de los golpistas, pero en aplicación del bando de guerra de Queipo de Llano detuvieron a 19 vecinas para obligarlas a revelar el paradero de sus parientes varones republicanos. Pasaron unos dos meses detenidas en Guillena. Sólo salvaron la vida dos porque estaban aún amamantando a sus bebés. No hubo más muestras de misericordia.
"Las raparon, les hicieron tragar aceite de ricino, las pasearon por el pueblo, las vejaron de todas las formas. Luego se las llevaron al cementerio de Gerena [el pueblo vecino], a la parte civil. No las fusilaron; las cazaron: las soltaron y un grupo de unos 14 falangistas y tres guardias civiles, según José Domínguez, les disparó", cuenta Lucía Sosa.
Creen que los asesinos también violaron a varias mujeres, porque algunos se ufanaron de ello en público. La hija del dueño de una venta a la salida de Gerena se ha acercado a la excavación y le ha contado a Lucía que su padre recordaba que aquel día los asesinos llegaron a la venta pregonando la matanza y que él "se puso malo" sólo de escucharlo.
Antonio Domínguez Méndez, que busca a Manuela Méndez Jiménez, asesinada cuando él tenía 3 años, le ha dicho estos días a Lucía, llorando: "¡Ay, que no me quiero morir sin enterrar a mi madre!". Lucía Sosa le da ánimos para que aguante, porque ya falta poco. Y ella le dice al periodista, como recordándoselo a España entera, que aquí no hay revancha sino humanidad: "Qué menos que un hijo se muera y lo entierren con su madre al lado".
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